dimecres, 4 de juliol del 2012

Llamamiento desesperado a los militantes de izquierdas

¿Quedan políticos de izquierdas en este país? ¿Hombres o mujeres? ¿Cuadros o de base? Y si quedan ¿Alguno recuerda los ideales por los que empezó a militar, si los tuvo? ¿Alguno es capaz de posponer sus prebendas, ambiciones e intereses, sean grandes o mezquinas, a las necesidades del pueblo a cuyo servicio se ingresa voluntariamente cuando se asume la militancia…?
Sé que los hay, pero ¿dónde están? ¿Por qué no se desmarcan abiertamente de ese sistema corrupto y sanguinario que sirve a los ricos y reduce a los pobres a mera carnaza? ¿Por qué lo siguen legitimamdo con su presencia y con su silencio? ¿Cómo pueden mirarse al espejo siendo cómplices de la dictadura de los mercados financieros por el solo hecho de no decir basta? ¿Son víctimas de algún sortilegio o qué es lo que les mantiene paralizados?
La realidad y el sufrimiento de las personas están pidiendo a gritos que alguien enarbole la bandera de la justicia social, que paguen los responsables de esta crisis, que los especuladores asuman sus pérdidas y no nosotros, que se restaure en su plenitud el estado del bienestar y que se financie con justicia redistributiva y se gestione con transparencia política.
El movimiento que eclosionó el 15 M fue un gran revulsivo social en el mundo de las ideas, pero no dispone de los instrumentos para convertirse en una alternativa, para dotarse de continuidad y cohesión. La conciencia crítica que en él se manifestó ahora se halla flotando por internet, con fuerza, pero incapaz de atravesar la realidad virtual. Muchos -seguramente demasiados- pequeños grupos, organizan muchas pequeñas acciones. Dispersión, participación escasa, bajo impacto… son características recurrentes de las acciones impulsadas por esa conciencia crítica. Bienvenidas sean y ojalá contribuyan a que se mantenga el rescoldo, pero, por sí mismas, nunca van a encender una hoguera.
La gran confabulación del capitalismo financiero, cuya cara más visible son los gobiernos a su servicio, procede con astucia. Por una parte, nos va chupando la sangre de una forma sutil, medida a medida, ajuste a ajuste -como lo llaman-, recorte a recorte… ninguna tan insoportable en si misma como para provocar una reacción significativa de la población, pero suficientes entre todas para mandarnos a la miseria o a la tumba.
Otro gran ardid estratégico es la fragmentación, la sectorialización  de las agresiones contra las clases populares y el estado del bienestar. Nunca atacan a todos los sectores a la vez y esto acaba por atomizar los frentes de lucha. Atacan a los funcionarios y gran parte de la población piensa “esto no va conmigo” incluso “ya está bien que les metan en vereda”. Atacan a la sanidad y muchos piensan “bueno, yo tengo mi mutua… ya lucharán ellos para que se mantengan los grandes hospitales”, o a los universitarios “bueno, sí, pero, ¿no hay demasiados estudiantes?”… “que aprendan un oficio que esto parece un país de señoritos” … y al sector del carbón “oye, toda mi simpatía, pero ¿cómo vamos a sostener un sector improductivo con las carencias que hay?”…  Y los afectados en cada caso luchan sin ninguna posibilidad de victoria, alguna ligera concesión táctica, como mucho y en muy pocos casos.
Tenemos un gran problema: sólo podemos conseguir frenar esta agresión tan cuidadosamente programada uniéndonos todas y todos y atacando masiva y contundentemente el corazón de la bestia. Para esto hay que dejar de lado temores y egoismos, hay que bajar de la red y hay que subordinar los objetivos sectoriales y locales a un gran objetivo común: plantar cara a la dictadura del capitalismo financiero y obligarle a que se coma su crisis, como en Islandia, si queréis, pero en grande.
Algo así requiere organización y liderazgo, no se crea ni desde la red ni desde los grupos locales o sectoriales. Benditas sean sus luchas, pero hay que dar un salto cualitativo. Necesitamos organizarnos políticamente ya. Y esto no pasa por crear nuevos partidos residuales ni por buscar referentes mesiánicos, lideres, que la historia nos explica muy bien como pueden acabar.
Esto pasa porque la izquierda sea la izquierda de una maldita vez. En los partidos de izquierda hay de todo, seguro, hay mucha ambición y mezquindad, mucho chupar rueda, muchos intereses y mucho apego al cargo y a la dinámica autista de las ejecutivas. Pero también hay mucha gente -mucha- , cuadros y militantes de base -insisto- que comparten esa imperiosa necesidad de cambiar este mundo que nos están imponiendo y que saben perfectamente que siguiendo las directrices de sus cúpulas nunca lo lograran. Pues bien, a ellas y a ellos me dirijo:
Habéis escogido militar al servicio del pueblo y de los derechos humanos, algunas y algunos habéis incluso aceptado cotas más o menos elevadas de poder y responsabilidad ¿qué pensáis hacer con todo eso? Ahí fuera, más allá de las paredes del congreso, de los parlamentos, de las sedes y las agrupaciones, hay mucha gente ansiosa por acabar con este estado de cosas. Vosotras y vosotros, desde vuestra voluntad de servicio, desde vuestra representatividad democrática, desde vuestra capacida organizativa, tenéis la obligación antes que nadie, de hacer piña, de constituir un frente común y de llamarnos para que nos sumemos. Si así lo hacéis, yo acudiré, muchas y muchos acudiremos y cuando mostremos que vamos decididos y de frente, a por el corazón de la bestia, mucha más gente se unirá, así funcionan las masas.
No hay otro camino y no podéis rehuirlo sin abjurar de facto de los principios que decís defender. Dad ese paso al frente, es necesario, y empecemos a acabar juntos con esa pesadilla, a construir un mundo mejor, para nosotros, para nuestros mayores y para nuestros descendientes.
Hay quien no actua por incapacidad, por ignorancia… pero ese no puede ser vuestro caso, el caso de una persona políticamente comprometida. Decidid, por tanto,  si, cuando en el futuro os miréis al espejo, queréis ver vuestro rostro en paz, o sólo un amasijo de gusanos.