Las encuestas sobre el 20 N que publican los periódicos de hoy son como para salir corriendo. Todos dan una amplia mayoría absoluta al PP, suficiente para gobernar sin atender otras razones que las que les impongan los mercados. Debemos prepararnos para cuatro años (por lo menos) de gobierno de los ricos y los poderosos, un gobierno mucho más opresivo que hasta ahora. Viviremos privatizaciones en todos los ámbitos y, por consiguiente, recortes drásticos. La idea de que una buena sanidad, una buena educación o una jubilación digna sean lujos para quien se los pueda pagar está a la vuelta de la esquina. Como está a la vuelta de la esquina la regresión de las conquistas sociales que se han conseguido en estas últimas legislaturas: el reconocimiento a todos los efectos de los matrimonios homosexuales, la libertad de elección de la mujer en la interrupción del embarazo… no digamos ya la separación entre Iglesia y Estado porque si esto no lo habíamos conseguido ni siquiera durante ocho años de gobiernos socialdemócratas, imaginaros ahora.
Por supuesto seguiremos movilizadas y movilizados contra todo esto, luchando en las calles y donde se tercie, pero ya habéis visto que consideración le merecemos al PP, para ellos no somos más que un hecho anecdótico, una molestia (poque no llega a daño) colateral. Y si algún día conseguimos aglutinar fuerza suficiente como para preocuparles, pasaremos directamente de hecho anecdótico a la más flagrante ilegalidad.
En mi entrada anterior pedí un voto masivo de todas y todos nosotros a Izquierda Unida para optimizar nuestra fuerza dentro del parlamento (ved los argumentos en El voto como manifestación colectiva). Las encuestas son demoledoras, sí, pero todavía no se ha votado y, ante la que se nos viene encima, yo quiero pedir a todas las compañeras y los compañeros que no piensan ir a votar el o piensan votar nulo, sea por ideología o por decepción reiterada, que se lo replanteen y voten a los partidos minoritarios de izquierda, Izquierda unida u otro que tenga oportunidad de salir. El sistema no espera tu voto, pero no estamos en condiciones de perder una voz y un apoyo en el parlamento poque tú le des la espalda, ellos no lo harán.
Si queremos conseguir algo y no queremos convertirnos en un ornamento del sistema, un ornamento que incluso le otorga una cierta pátina de tolerancia y modernidad, debemos actuar de forma unitaria y utilizar todas las armas a nuestro alcance. Las urnas también, no para avalar el sistema, sino para cambiarlo desde dentro. Tu voto es tan imprescindible como tu presencia en la calle. Queremos un mundo mejor, y creemos que este mundo es posible, pero ¿para cuándo? ¿Cómo lo vamos a conseguir si no ganamos terreno en todos, todos, los frentes? Compañeras y compañeros, tenemos los mismos fines, unamos nuestros medios.
Aún más, sabemos que muchos votos del PP van a ser votos basados en el descontento, un descontento no tan distinto del que puede estar en el fondo de nuestra movilización, pero que, con la desinformación imperante, ese desconento se va a manifestar, como única salida, en un cambio de gobierno. Aquí hay un problema muy grave y consubstancial con nuestra sociedad ¿Cómo va a ejercer su libertad quien la única información que recibe es la de los medios de comunicación de masas, básicamente la televisión? Una persona desinformada no es una persona libre.
Deberíamos trabajar a fondo con las personas cercanas, en nuestros distintos ámbitos de influencia, para explicarles que existen otras opciones y otras explicaciones de lo que está sucediendo. Es casi una misión que todas y todos nos deberíamos fijar, la de dotar a todo el mundo de intrumentos para poder ponderar la realidad equilibradamente, para que después cada quien haga lo que le parezca, pero con conocimiento de causa.
Y deberíamos buscar las formas (en plural), los resquicios, por pequeños que sean, para introducirnos en los medios de comunicación, cuanto más masivos mejor, para contrarrestar la desinformación, el sesgo, al que la población se ve sometida diariamente. Sino, corremos el riesgo de quedarnos en una élite, una vanguardia, y una vanguardia sola no cambia el mundo.
Esta es una una estrategia sobre la que deberíamos hablar, y desarrollar, utilizando todas las tácticas posibles. Pero ahora tenemos en frente una responsabilidad perenptoria: hacer presentes nuestras voces, alto y claro, en el parlamento, a través de formaciones que, aunque imperfectamente, nos puedan representar (allí, solo allí). Lo contrario, compañeras y compañeros, sería una irresponsabilidad que, más pronto que tarde, tendríamos que lamentar.