dimecres, 23 de maig del 2012

¿Y si nos pusiéramos de acuerdo de una maldita vez?

Hablo en mi nombre. Quiero hacer una propuesta formal sobre el papel inmediato de los distintos agentes políticos que se oponen al actual statu quo de la economía, la sociedad y la política española, y piensan que ya no podemos seguir así por más tiempo.
Como era previsible, el Partido Popular no sólo no ha aportado ninguna solución a la situación de profunda depresión en que nos encontramos, sino que su seguidismo suicida de la política de austeridad extrema de Angela Merkel y el BCE le ha llevado a efectuar verdaderas amputaciones en el estado social del bienestar y, de paso, a implantar políticas social e ideológicamente regresivas y formas autoritarias que amenazan la ya anteriormente menguada calidad democrática de nuestro país. En Cataluña, bajo el amparo narcotizante de los agravios nacionalistas, ha contado en realidad con un magnífico aliado y punta de lanza para las medidas económicas más impopulares en la coalición derechista de Convergència i Unió.
Ante la continua agresión que suponen las normativas y medidas de todo tipo que van deteriorando la calidad de vida individual y colectiva de los estamentos populares, se impone una respuesta coordinada y contundente.
Está respuesta debería tomar la forma de un compromiso y un pacto de mínimos entre todas las fuerzas que luchan contra la dictadura internacional de los mercados financieros y las grandes fortunas.
Incluyo en ese bloque tanto al conjunto de movimientos sociales de base que conocemos con el nombre de 15 M -dentro de los cuales me ubico-, como los sindicatos de clase y los partidos que se autodenominan de izquierdas.

COMPROMISOS:
Los compromisos que deben asumir cada una de estas formaciones son distintos, como distinta es su naturaleza:
-El Movimiento del 15 M debería priorizar la recuperación de las políticas sociales fundamentales  -que expongo después- por encima de muchas otras aspiraciones que forman lo que podríamos llamar una cultura altermundista, a la que, sin embargo, en ningún caso debe renunciar en una perspectiva de mejora progresiva de las condiciones de vida de la humanidad. También debería, sin renunciar a sus principios fundacionales, organizarse de una forma efectiva para tener capacidad de interlocución y poder así optimizar la fuerza de sus posiciones y sus acciones. El 15 M no puede conformarse con ser un estado de ánimo difuso.
-Los sindicatos de clase y los partidos de izquierda deberían, en primer lugar, radicalizar su discurso en defensa de los derechos y prestaciones básicas y hacerlo llegar a la población, más allá de las mesas de negociación y de los escaños parlamentarios. Deberían garantizar una total transparencia y democracia interna y desterrar cualquier atisbo de prácticas basadas en la endogamia, el clientelismo, el apego al cargo y el tacticismo, empezando, si es necesario, por un relevo creíble en las cúpulas dirigentes. Deberían desarrollar también un claro acercamiento al movimiento del 15 M, reconociéndolo como vanguardia del malestar social y llevando a cabo a la vez un sincero esfuerzo para la reconciliación de la ciudadanía con la política y el sindicalismo, empezando por el reconocimiento de los errores pasados y presentes, y por una renuncia a cualquier tipo de prebenda económica o social asimilada al cargo, asumiendo, como se ha propuesto diversas veces, las mismas condiciones salariales y laborales en general que el resto de los funcionarios y servidores públicos. Todo ello, además, debería hacerse patente también  mediante formas de comunicación claras y eficientes, que llegaran realmente al conjunto de la población.

PACTOS:
A partir de estos compromisos y del encuentro y coordinación que deberían propiciar, se deberían abordar decididamente los siguientes aspectos clave:
1-Una justicia redistributiva. No se puede producir ningún avance significativo mientras no se implante una fiscalidad equitativa que haga que quien más tiene más contribuya al sostenimiento del erario público. Hay que corregir completamente, por tanto,  el sistema impositivo e instaurar una lucha contra el fraude fiscal,  decidida, ágil y ejecutiva en todos los casos. Esto puede dar lugar a una cierta fuga de capitales, que debe perseguirse mediante leyes y agentes, pero que, llegados a estas alturas y si además se implantan medidas de crecimiento, no impedirá en cualquier caso un balance positivo y un alivio de las clases populares.
2-Una política decidida de empleo, dirigida muy especialmente a los jóvenes, los parados de larga duración y a la innovación, combinada con una política de formación realista. Esta política debería basarse en políticas públicas moderadas de crecimiento, aprovechando un cierto cambio de rumbo en la política de austeridad -Obama, Hollande- y tal vez en un gravamen finalista a las grandes fortunas.
3-Una política de manutención o acceso a una vivienda digna, fomentando la dación en pago, el alquiler social y la recuperación y fomento de la figura del alquiler indefinido -incluso del alquiler con derecho a compra-. El enorme parque de viviendas en venta y desocupadas lo facilita.
4-Una política de recuperación de los servicios básicos del estado del bienestar. Recuperación y promoción -e infranqueables líneas rojas- de una sanidad y una educación -a todos los niveles-, universal, gratuïta y de calidad, con la consiguiente promoción del extraordinario potencial humano que estamos perdiendo. Y también la garantía de unas condiciones de vida absolutamente dignas para jubilados y dependientes.
5-Una política de regulación de la administración pública orientada a la austeridad y la transparencia, no sólo para detectar cualquier atisbo de corrupción, sino también para reconducir y reaprovechar todo el derroche realizado, evitar que se reproduzca, y diseñar una administración ágil y eficiente, eliminando todos aquellos cargos y organismos que no representen una contribución fehaciente a la mejora de la democracia y el bienestar común.

Son cinco grandes aspectos; fiscalidad, empleo, vivienda, servicios públicos y administración. Mejorarlos es posible y, mejorando estos aspectos, las condiciones de vida del conjunto de la población pueden cambiar radicalmente, el sol puede salir de nuevo en nuestro país. Para algunos será suficiente, otros seguiremos pidiendo más porque pensamos que otro mundo mucho mejor es posible, pero si no nos centramos en lo básico y vamos a una, no conseguiremos nada, absolutamente nada.
Evidentemente, estas políticas no se pueden desarrollar sin tener el poder y en estos momentos el poder está en manos de la derecha más cerril que se ha conocido desde el franquismo. Aunque lo quieran desmentir con sus palabras, sus actos se empeñan en demostralo, día a día.
Por tanto, hay que conquistar en primer lugar a la opinión pública, hacer que las soluciones se expongan al unísono por todas partes. Ocupemos el espacio, todos los espacios y hablemos claro y rotundamente, sin florituras, sobre lo que es esencial y con el mismo discurso. Que el malestar sea general, que la oposición a esta gobernación se generalice y se exprese públicamente. Que cunda la no violencia activa, la insumisión, la desobediencia civil… porque así no podemos vivir. Nos morimos, más rápida o más lentamente, pero de un modo literal y sin remedio.
Esta es mi opinión. Podemos poner todo tipo de pegas: “que así no…”, “que sin esto de ninguna manera…”, “que no nos representan…”, “que cada cual habla por sí mismo…”, “que no nos confundan con los radicales… o que no nos confundan con los socialdemócratas…”… y así mil más, por parte de todas las partes.
Bien, quien piense que la situación no es tan crítica, que, con el tiempo, provocaremos un levantamiento popular que arrasará con todo, o que, con esperar al desgaste del gobierno y ganar las elecciones, se arregla la situación, que vaya a explicarlo a las colas del INEM, a los que han perdido la casa o viven en ella por la caridad del banco, a los que afrontan el día a día sin esperanza, a los jóvenes que preguntan perplejos por su futuro, a los enfermos que están esperando angustiados por una operación grave, a los universitarios que se van viendo expulsados de un sistema que cada vez les pide más y les ofrece menos, a los dependientes que tienen que valerse como pueden, a los inmigrantes estigmatizados, a los jubilados empobrecidos después de dejar la vida por construir el país y soportando en ocasiones el paro o la hipoteca de sus hijos…
Yo no tengo la representatividad ni la capacidad necesaria para convocar a las partes para abordar estos asuntos, pero quienes la tengan deberían hacerlo hoy antes que mañana. Y a todos aquellos y aquellas que pudiendo no lo hagan, que piensen que no hay que actuar ya sobre los grandes asuntos, unidos y prescindiendo de matices, no me duelen prendas decirles que -voluntaria o involuntariamente- están colaborando con el sistema y que, en consecuencia, si mantienen su actitud, nos vemos en el Infierno.