dijous, 11 d’octubre del 2012

¡Malditos políticos!

Cuando la dictadura del capitalismo financiero nos oprime, nos despoja de todos nuestros derechos individuales y colectivos, hipoteca el bienestar de nuestros mayores y el futuro de nuestros hijos y nos arrastra a situaciones donde queda mancillada nuestra propia dignidad… nuestra única esperanza es la política.

Vivimos en regimenes democráticos, la soberanía reside en el pueblo y los políticos son nuestros representantes, elegidos mediante nuestros votos para ejercer el poder -el único poder legítimo- en nuestro nombre y al servicio del bienestar colectivo. En sí mismos no son nada, simples depositarios de nuestra voluntad y de nuestras opciones. Personas, se supone, ejemplares, que desempeñan estas funciones por su voluntad de abnegado servicio a la colectividad.

Esto es así de la misma manera que el personal sanitario desempeña sus funciones al servicio de la salud de las personas,  los cuerpos de policía lo hacen al servicio de nuestra seguridad o los educadores y educadoras al servicio de nuestra formación, y singularmente la de nuestros hijos.

Sin embargo, con frecuencia olvidamos este carácter de servicio público, especialmente en el caso de la política. Igual que un médico o un profesor -o más porque no ha sido elegido especialmente por sus aptitudes sino por sus propuestas, por su programa-, un político no puede hacer lo que le de la gana, sino que debe atenerse al pacto establecido con el pueblo cuando es elegido.

Tenemos una democracia altamente imperfecta, pero deberíamos poder pasar cuentas con nuestros políticos con una cierta periodicidad, no sólo mediante un voto cada cuatro años para cambiar a unos por otros.

Hace apenas un año, España votó mayoritariamente al PP que se presentaba con la afirmación de que la crisis en España se debía fundamentalmente a la mala gestión de Zapatero y con la promesa de acabar con ella y reactivar la economía, sin más recortes. Su política ha sido exactamente la contraria: nos han hundido más en la crisis, se han puesto abiertamente al servicio del capital y han cruzado todas las líneas rojas de los recortes, sin que en ningún momento les pasara por la cabeza que debían rendir cuentas, que debían preguntar, al menos a quienes les habían votado, si estaban de acuerdo en que utilizaran el poder que habían depositado en sus manos para seguir por este camino.

Lo mismo puede decirse del PSOE ¿Ha validado en algún momento su política de oposición blanda -“responsable” dicen ellos-, al menos con sus votantes? Y otros grupos, como Izquierda Unida -yo les voté- ¿nos han preguntado en alguna ocasión si debían seguir el juego perverso de los gandes partidos o denunciar -dentro y fuera del parlamento- la pantomima y la usurpación de poderes que se estaba llevando a cabo?

Francamente, he echado de menos a políticos de verdad, que rindieran explicaciones permanentes al pueblo, que le consultaran en las grandes decisiones, que denunciaran a gritos el uso autoritario de la legitimitad democrática que estaba haciedo el gobierno, que forzaran situaciones de ruptura. Todos acurrucados como conejos -haciendo reverencias o poniendo mala cara, qué más da-, mientras los amos del mundo nos esclavizaban y nos chupaban la sangre. Y así sigue. Ni siquiera con los trescientos espartanos del paso de las Termópilas hemos podido contar.

¡Que se vayan ya! No por los privilegios y prebendas que puedan tener -ya no viene de aquí-, sino porque no cumplen en absoluto con su papel, porque han pervertido el sentido de la política en democracia, porque se han convertido en unos autistas y, en consecuencia, en unos autócratas.

Ahora -además de en Galicia y el País Vasco- tendremos elecciones en Cataluña, y pasará lo mismo. ¿Será capaz Artur Mas de decir claramente en campaña que no va a luchar por la independencia de Cataluña -no por el “pacto fiscal” ni por las “estructuras de estado”, por la independencia-? Y ¿si gana dejando que los electores piensen que va a defender claramente la independencia y no lo hace, tendrá la mínima decencia democrática de dimitir y convocar nuevas elecciones? ¿El PSC piensa realmente dar algún paso contundente hacia el federalismo que pregona -como por ejemplo hacer que se incluya en el programa del PSOE, o de lo contrario separarse-, o simplemente es un sucio ardid para minimizar la pérdida de votos? ¿ERC -que sí luchará por la independencia- recordará que es ante todo un partido de izquierdas y se presentará con un programa claramente dirigido a recuperar la justicia social y el estado del bienestar? ¿Y, si es así, velará porque esto se cumpla? ¿Qué hará ICV a parte de esconderse? ¿Si hay un clamor que pide independencia y justicia social, por qué no lo recogen los partidos de izquierdas en una amplia plataforma?

No, hasta ahora es cierto que no nos representan, pero esto significa ni más ni menos que no vivimos en democracia. La política y la democracia son la última frontera del pacto social y de la paz. Están jugando con fuego. Si los políticos no cambian radicalmente su proceder, y la crisis, la ofensiva capitalista, sigue depauperando a la población y sumiéndola en todo tipo de agravios y humillaciones, ya sólo queda la legítima rebelión del pueblo.


Estamos menos lejos de lo que muchos piensan de las revoluciones de la primavera árabe. Y, como me recordaba ayer una amiga, ninguna revolución es pacífica.



dimecres, 10 d’octubre del 2012

Un poco de luz para alejar fantasmas

[Reproduzco aquí este texto, que he publicado en facebook, para introdicir un poco de racionalidad en el debate y despejar dudas]
 
Que quede muy claro y que no se haga demagogia con esto: La independencia de Cataluña no implica en absoluto la marginación del castellano ni de la diversidad cultural.

Que cada cual se exprese como quiera y mantenga la identidad que quiera. ¿Cómo iba a ser de otra manera? ¿Cómo va a perder Cataluña la riqueza del castellano y de la pluralidad de las culturas? Cataluña debe ser una sociedad trilingüe, para el futuro -catalán, castellano, inglés- y acogedora como siempre, o más en la medida en que lo pueda gestionar directamente.

Y debe mantenerse la opción a la doble nacionalidad para quien quiera, en razón de sus raíces o lo que sea.
Cataluña será además una sociedad solidaria con todos los pueblos de la tierra, y más con los pueblos de España, que son pueblos hermanos. Emanciparse no significa cortar con la familia a menos que la familia corte con uno.

Y todo eso es así porque la independencia de Cataluña será de izquierdas o no será.

CiU no quiere, ni ha querido nunca, la indepencia -tal vez sí munchos de sus votantes que se tragan su discurso interclasista-. CiU quiere el poder en Cataluña y fuerza en España para negociar el pacto fiscal.
Por eso nuestra misión como pueblo catalán, vengamos de donde vengamos, hablemos como hablemos, es sobrepasar a CiU en las elecciones y conseguir la independencia de Cataluña para acabar con la estafa de la crisis y constituirnos en un referente y un aliado para todas las fuerzas progresistas de España, de Europa y del mundo que quieran también liberarse de la dictadura del capital.

No os dejéis engañar por discursos oscurantistas que sólo hacen el juego al sistema: la lucha ahora está aquí, el 25 N, y es una lucha de todos y todas, podemos con ellos y si no caen al primer embite, caerán al segundo, porque tendrán que decepcionar a gran parte de sus propios electores.

¿Se podría conseguir algo así en una sociedad del tamaño de España? Ya lo sabemos, como mucho cambiar a Rajoy por Rubalcaba.

Catalanes y catalanas, vengamos de donde vengamos, tenemos ante nosotros la posibilidad de cambiar nuestras vidas y empezar a cambiar el mundo.

¿Véis alguna otra salida real?

Pues no os dejéis embaucar por amedrantamientos y profecías. ¡Actuad!