dimecres, 11 d’abril del 2012

¿Son las redes sociales el opio del pueblo indignado?

Hoy seré muy breve, no quiero distraer la atención del enunciado, que al fin y al cabo no es más que una pregunta retórica.

En efecto, sostengo que las redes sociales, en especial facebook, pero no sólo, también otras digamos más privativas y discretas, constituyen con excesiva frecuencia un fin en sí mismas.

La comunidad indignada comparte por compartir y con ello tiene la sensación de cumplir con su conciencia y asumir algun tipo de compromiso. No es así. Llenar los muros de los perfiles y los grupos indignados de facebook de quejas, denuncias y chascarrillos, no es más que una especie de marujeo adaptado a las circunstancias (pido disculpas por la expresión). Parafraseando a un compañero, podríamos decir que se escribe (o, mejor, se linka) mucho, se lee poco, y no se hace nada.

No quiero ser injusto con grupos que llevan a cabo acciones de emergencia concretas, como las plataformas que luchan contra los deshaucios. De hecho no quiero ser injusto con nadie, cada cual sabe en que medida le atañe esta reflexión..

Pero con marear la perdiz en facebook y acudir a las grandes manifestaciones no conseguimos nada, como tampoco mediante la proliferación de eventos y grupúsculos locales que llenan la el calendario y a los que suelen acudir en cada caso los cuatro gatos de siempre.

Facebook está consiguiendo funcionar como un lenitivo frente a nuestra propia impotencia, y también como un ámbito de sociabilidad donde quien más quien menos llega a establecer su círculo de amigos virtuales, con quien se reconforta, y también como un mercadillo de propuestas  que habitualmente caen en el vació, o se quedan, como decía circunscritas a localismos de muy escasa repercusión.

Por ahí no se va a ninguna parte, necesitamos pasar del ensimismamiento del ordenador a la acción, de la virtualidad a la realidad.

Hay estrategias diversas para luchar contra la dictadura de los mercados, pero todas ellas pasan, sin duda, por visibilizar el malestar, la frustración, la indignación de la sociedad, de una mayoría social que, entretanto, es usurpada por los poderes com mayoría silenciosa y, por ende, interpretada a su conveniencia. ¿Cómo no va a ser así, si la minoría indignada se desgañita en el mar del silencio  y se complace con sólo escuchar el eco de sus voces?

¡Que pare el ruido ya! ¡Que se detenga la cinta sin fin de las pantallas clónicas! Hagamos una seria reflexión autocrítica y pasemos a utilizar las redes sociales para idear acciones sólidas y eficaces, bien desarrolladas, para adherirnos masivamente a ellas. A aquellas que más se ajusten a nuestra sensibilidad y estrategia, no importa. Pero llevémoslas a cabo y hagámoslo ya, sin dispersar nuestra atención al dictado de la noticia del día y juntando físicamente nuestras fuerzas, nuestras energías.

Seguir como hasta ahora, por mucha buena voluntad que haya en el fondo, es inútil y nos lleva a actuar como verdaderos trolls.