dissabte, 3 de desembre del 2011

¿Qué se debe?

La humanidad es una  especie más de las que habitan este planeta. La inteligencia, la capacidad de llevar a cabo complejos razonamientos abstractos, de acumular y transmitir conocimiento, le ha permitido y le permite no sólo adaptarse a todos sus hábitats y cambios sino también transformarlo. Por otra parte, todos los seres humanos, independientemente de nuestro género, aspecto o características físicas, procedencia geográfica o cualquier otro rasgo, somos iguales en nuestra diversidad. Todos procedemos de un puñado de ancestros  que desde su origen en Africa se expandieron por el mundo. Todos nacemos, crecemos y morimos. Y en este proceso tratamos de alcanzar el bienestar que puede tener significados muy distintos para unos y otros.
Estas dos constataciones tan elementales nos conducen a algunas conclusiones tan obvias como rotundas:
En primer lugar, que el planeta no es nuestro. Más bien nosotros, los seres humanos, formamos parte del planeta y en última instancia del universo. Por tanto, no tenemos ningún derecho a esquilmarlo, lo cual no se opone a la evolución, más bien al contrario. Nuestra capacidad de destruirlo comporta la responsabilidad de conservarlo, incluso de mejorarlo, para compartirlo con el resto de especies y transmitirlo a sus habitantes futuros.
En segundo lugar, que todos los seres humanos tenemos el mismo derecho a satisfacer nuestras necesidades y a desarrollarnos en libertad, sin que ninguna otra razón justifique que nadie se pueda ver privado de estos derechos básicos en los que se pueden resumir todas las declaraciones de derechos humanos que se hayan hecho o se puedan hacer en el futuro.
Cualquier ley, religión, política, acción u omisión que atente contra el derecho de las personas a satisfacer sus necesidades básicas y a intentar alcanzar su propio objetivo de bienestar, o de felicidad si se prefiere, respetando escrupulosamente los mismos derechos de las demás personas, es injusta y puede ser legítimamente desobedecida o ignorada.
En el fondo es así de simple. No hay razón alguna para que la humanidad no pueda vivir en armonía consigo misma y con el planeta, con sus necesidades básicas satisfechas y en paz con el mundo y la vida. Nadie nos puede garantizar la felicidad, entre otras cosas dependará de avatares imprevisibles y de nuestros propios objetivos, pero nadie nos puede hurtar el derecho individual a definirla y tratar de alcanzarla.
Por eso, desde esta perspectiva, quiero preguntar al mundo ¿qué se debe? ¿ quién debe qué a quién? ¿Es que acaso la tierra y sus bienes son propiedad de alguien? Como dice un proverbio africano “sólo la azada tiene derecho a la tierra”, somos usufructuarios de las riquezas del mundo, no sus propietarios, nadie se va a llevar nada consigo más allá de la muerte. Por tanto, la acumulación de la propiedad es un delito de lesa humanidad. Tenemos todo el derecho a exigir que se condonen todas esas inhumanas deudas atribuídas a países y a particulares y a exigir que la riqueza acumulada e improductiva sea expropiada y distribuida según las necesidades de las personas y los pueblos.
No estoy en contra de la propiedad, que, siempre, por definición, será una propiedad de uso. Si alguien ha plasmado la ilusión de su vida en tener una casa con un jardín, no seré yo quien le censure por ello. Hay personas que necesitan tener, rodearse de muchas cosas, para sentirse bien, otras pasamos con mucho menos. Tampoco eso me importa. No es ese el problema sino la gran acumulación de capital (dinerario o en forma de bienes muebles e inmuebles) en unas pocas manos, o no tan pocas pero irrisorias en comparación con la globalidad del género humano. Esas manos son las que están en deuda con la humanidad. Nosotros, el resto de la humanidad, no debemos nada.
Ya sé que esto les importa un comino a quienes gestionan los intereses de los mercados, pero, por lo menos, tengámoslo claro en nuestra conciencia: No sólo no debemos nada sino que nos han robado abyectamente. Defendernos ante eso no sólo es nuestro derecho sino también nuestro deber.

diumenge, 27 de novembre del 2011

Acciones para después de la resaca electoral

Parece que hay una notable inquietud en muchas personas del entorno del 15 M a propósito de los resultados de las elecciones, de las atropelladas y alarmantes medidas anunciadas por Mas y de la calma amenazante con que Rajoy se toma las cosas ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿No se va a producir una desbandada general ante tan altos muros? …
En la entrada anterior ya dí mi opinión sobre los resultados de las elecciones y la virtualidad que a mi entender tenían para grupos de izquierda minoritarios y socialdemócratas derrotados si sabían leer bien el sentido del voto. Esperemos que sea así y que tengamos una oposición firme y bien dispuesta para regenerar el parlamento cuando la propia crisis que los ha aupado, devore al Partido Popular. Ha circulado ampliamente una simulación del resultado de las elecciones si se hubiera votado mediante el sistema de circunscripción única, es decir, si cada voto hubiese contado lo mismo, independientemente de donde hubiese sido emitido. Ese camino, si conseguimos que algún día se llegue a aplicar, aunque sea después de las próximas elecciones, que, como mucho, van a tardar cuatro años, cambiará completamente la composición del parlamento, reducirá el bipartidismo y reflejará mucho más fielmente la voluntad de las ciudadanas y los ciudadanos.
Pero dejemos las elecciones ya que lo que ahora preocupa es la continuidad de nuestro movimiento y como debemos actuar.
En mi opinión, la continuidad del movimiento no está amenazada. Más allá de algunas deserciones puntuales, los foros de internet, por lo menos aquellos en los que yo participo, han aumentado ligeramente el número de personas adscritas. La victoria del PP se daba por descontada y el hundimiento del PSOE creo que todas y todos deseamos que sea para bien, que de sus cenizas renazca un partido de izquierdas de verdad, aunque sea moderado, aunque no sea el nuestro, pero que no se humille ante el capital.
Entiendo la rabia y la necesidad de mostrar nuestro malestar contundentemente y de inmediato. Se puede hacer, podemos manifestarnos, pero no olvidemos que el PP cuenta con ello y ha dicho publicamente que está preparado para una año de huelgas y manifestaciones.
En cualquier caso, no debemos olvidar que vamos muy lejos, a cambiar el mundo nada menos, que nuestra mayor virtud debe ser la paciencia y nuestra mayor fuerza la constancia. Nuestra marcha debe ser pausada, para permitir que cada vez se incorpore a ella más gente, pero imparable hasta conseguir nuestros objetivos.
Tenemos muchos frentes abiertos, pero ante cada acción debemos calcular si tenemos la fuerza suficiente para llevarla a cabo con éxito. En la situación actual, por ejemplo, de nada serviría convocar manifestaciones multitudinarias o largas acampadas, simplemente porque entre la población hay desánimo, y quien sabe si incluso una cierta resignación. Pero también porque llega el invierno y los días son fríos y cortos y retraen la participación ciudadana. Hay que ser realistas y no forzar las cosas, lo cual no quiere decir que nos quedemos con los brazos cruzados. De hecho, se sigue luchando a diario, por ejemplo, contra los deshaucios.
Los foros virtuales, asambleas y otros lugares donde nos encontramos pueden ser muy endogámicos por decirlo así, hablamos entre personas previamente convencidas, pero son impagables para mantener la sensación de comunidad, para mantenernos alerta ante todo lo que sucede para bien y para mal y para contribuir a mantener despiertas las conciencias que se abrieron con el movimiento del 15 M (y quien sabe si para incorporar otras). Sin esas conciencias que despertaron y se reafirmaron nada hubiera sido posible y el futuro sería mucho más oscuro. Vamos a mantener por tanto esa llama encendida, que en sí misma es ya un gran logro, día a día y todo el tiempo que haga falta.
También debemos formarnos y formar, formarnos para tener las respuestas alternativas que cualquiera nos puede pedir y formar, hacer pedagogía política a nuestro alrededor, para que este moviento, que es telúrico, vaya creciendo y creciendo.
Y debemos ganar visibilidad, por todos los medios posibles, hay que hacer oir nuestras voces más allá de internet, más allá del parlamento, y para ello seguramente habrá que emprender acciones que obliguen a los medios a prestarles atención. Pensad en la imaginación que han mostrado en este sentido organizaciones como Green Peace, deberíamos aprender de ellas y llevar a cabo acciones semejantes ¿Quién se anima a soltar millares de globos o de botellas en el mar con mensajes conteniendo nuestras reivindicaciones básicas? Improviso.  Corre una propuesta en la red para poner carteles con lemas en nuestras ventanas. Es una idea, pero me temo que no tenemos tantas ventanas como para que no queden excesivamente dispersos. Seguro que podemos imaginar acciones más eficaces. El problema, en todo caso, es ¿quién tene la capacidad de convocatoria suficiente para hacerlas realidad?
Hay algunas iniciativas en marcha muy interesantes. Avaaz está recaudando pequeñas sumas de dinero, de quien pueda, para encargar encuestas independientes, científicamente solventes, en diversos países, para conocer la opinión real de la gente (la que no habla, no se manifiesta…) frente a los rescates millonarios, la deuda pública, los recortes del estado del bienestar…  Otra ha surgido de un colectivo integrante del 15 M  en el espacio Agora, reunido en Marinaleda y consiste en una serie de cuestiones centrales sobre las que se podrá pronunciar la población en unos lugares determinados entre el 15 de marzo y el 15 de mayo de 2012. Finalmente, en actuable se recogen firmas para promover una iniciativa parlamentaria para cambiar la ley electoral.
Yo creo que es bastante para afirmar que el movimiento no sólo no se va a debilitar después de la sacudida de las elecciones sino que ya está en condiciones de crecer y fortalecerse y poner en marcha, con intelegencia y sentido de la oportunidad, todas las acciones que somos capaces, sin duda, de imaginar para cada caso, además de los instrumentos característicos de la no violencia activa: la manifestación, la huelga, el boicot, la insumisión… Temo que los plutócratas y los nuevos gobernantes nos van a dar sobradas ocasiones para ejercitarlos. Pero no debemos limitarnos a actuar a la defensiva, tenemos una misión mucho más noble. Debemos tomar la iniciativa y trabajar para compartirla y  así conseguir un mundo en el que la sintonía, la hermandad que impera entre nosotras y nosotros lo impregne todo.