Hay una serie de anuncios que me enervan especialmente. Corresponden a Loterías del Estado. Hay varios, pero en todos ellos una supesta persona corriente explica, como algo extraordinario, el sueño que ha tenido la noche anterior: “¿a que no sabes qué he soñado esta noche?” Y a continuación relata el sueño de una situación cotidiana, casi triste… que si ha acompañado a los niños al colegio y se ha tomado un café con leche, que si ha limpiado la casa… cosas así, invento. Entonces, la prepotente voz del locutor proclama con una insolencia ofensiva algo así como “¿qué tipo de sueños quieres tener si no juegas a la lotería primitiva?”. Seguro que si los habéis escuchado los recordáis.
He estado a punto, más de una vez, de denunciarlo por falta de respeto a la mayoría de la población española y también por fomentar falsas expectativas. Ante un drama colectivo están proponiendo soluciones tan azarosas como individualistas. Ya, si quieren aprovecharse de la desgracia ajena, porque no proponen que el IRPF en lugar de pagarlo al estado, lo invirtamos en loterías y otros juegos del estado, así la gente pagará más contenta y, puesto que fomentarán la ludopatía, encima recaudarán más de la cuenta.
Yo no espero que me toque la lotería, pero tengo otros sueños, individuales y colectivos, que no dependen del azar sino de la voluntad y la decisión de todos nosotros y nosotras.
Sueño que vivo en un país libre, una Cataluña independiente (ya sé que esto molesta a muchos españoles pero pido un poco de paciencia para contemplar el sueño en su conjunto). En este país han cambiado muchas cosas. Se ha redactado una nueva constitución basada en la democracia participativa. Al parlamento se accede mediante listas abiertas, con vocación de servicio y respondiendo regularmente frente a los electores, que pueden renovar o derrocar el mandato. El poder económico se halla subordinado en todo al poder político y éste a la voluntad popular.
La usura es el peor delito y, por tanto, no hay ricos escandalosamente ricos. El objetivo que persigue todo el mundo es la felicidad y ya se ha comprobado claramente que ésta no se consigue por medios insolidarios o mediante la riqueza, aunque siempre hay quien da más importancia a la posesión de bienes materiales que otros, es su opción. Nuestra sociedad sí es extremadamente rica en servicios públicos y bienestar social, todo de la máxima calidad, universal y gratuito. La riqueza que no se acumula individualmente se invierte aquí: en la sanidad, la educación, los servicios sociales y a la dependència, el acceso a la vivienda, la investigación, la cultura, el derecho al ocio, la atención a las minorías… El trabajo no es un castigo. Habitualmente no se hacen largas jornadas y se pretende que se pueda compaginar perfectamente con la vida personal. Se ha dejado al máximo el trabajo rutinario a procesos mecánicos e informáticos y se estudia en cada caso, desde la orientación profesional, las tareas en que cada cual puede ser más creativo y por tanto feliz y productivo, una productividad que se mide no tanto cuantitativa como cualitativamente y que ha aumentado exponencialmente gracias a la formación y a la creatividad.
El paro no existe porque el trabajo se reparte y se facilita la jubilación, con frecuencia una jubilación productiva, de las personas mayores. Puesto que las necesidades colectivas están cubiertas por el estado y el consumo personal es discrecional pero moderado, esto no supone ninguna disfunción económica, y aún menos en el contexto económicamente saneado que, gracias a las medidas anteriormente enumeradas, hemos conseguido.
Ni qué decir que no existen ciudadanos de primera ni de segunda, que quien venga con el ánimo de contribuir a consolidar nuestro modelo de sociedad siempre es bienvenido y que la convivencia lingüística y cultural es ejemplar. Todas las nuevas generaciones dominan ya perfectamente el catalán, el castellano y el inglés, lenguas que usan indistintamente como propias y son conscientes de la riqueza que representa la diversidad cultural de nuestra sociedad.
El ejemplo de Cataluña, después de unos primeros momentos de tensión, hizo que el País Vasco y otros países europeos accedieran también a la independencia y cambiaran su modelo económico. El Estado español, primero, y progresivamente los demás estados europeos, presionados por su población, alentada por la ejemplaridad y la solidaridad de los primeros países independizados, se vió forzado a redefinir la administración territorial y el modelo económico y social en términos muy similares a los expuestos.
Actualmente, Europa es un espacio confederal, sin fronteras, con una misma moneda y un parlamento, elegido igualmente de forma directa por los diversos pueblos, donde se dirimen algunos asuntos de interés colectivos, más con intención de coordinar y optimizar, que no de ejercer imposición alguna a los pueblos soberanos. Por otra parte, el nuevo modelo geopolítico y socieconómico ha hecho que las relaciones entre los ciudadanos de Europa sean cada vez más fluídas y coperativas.
En España, como en otros territorios en los que se han vivido procesos secesionistas, la normalidad de la situación actual ha permitido no sólo reencontrar sino profundizar y mejorar la antigua fraternidad de los pueblos y las personas. Por primera vez, por ejemplo, se puede decir con toda razón que ningún catalán se siente extranjero en Castilla, y viceversa.
El bienestar global en Europa ha hecho que dos grandes cuestiones pasaran a formar parte prioritaria de su agenda política: la ecología, no sólo en el sentido de fomentar buenas prácticas medioambientales, sino también la implantación de políticas activas para la recuperación total de la salud del planeta y la solidaridad con todos los pueblos de la tierra afectados por catástrofes naturales, económicas o políticosociales, incluyendo las guerras, naturalmente.
El nuevo modelo económico de Europa, y especialmente la desaparición de los fondos usurarios han permitido dedicar recursos, no sólo económicos sino muy especialmente humanos y científicos, a mejorar radicalmente las condiciones de vida de estas zonas del mundo, mediante instituciones comunes que han coordinado los programas y evaluado sus resultados. El cambio ha sido sustancial, equiparable al del proceso de regeneración de la Tierra.
Sí, yo tengo un sueño. Podría detallarlo más, pero ¿para qué? Para que mi sueño pueda ser también vuestro sueño, mejor dejo el resto a vuestra imaginación.
No sé si jamás lo veré cumplido, soy mayor, y aunque pienso que estamos en el buen camino, la historia no atiende a nuestras urgencias. Da igual. Si no estoy yo, estaréis vosotros, o nuestros hijos.
Yo tengo otro sueño: en el caso de que no esté, me encontraréis en Cicely, rejuvenecido y eterno, manteniendo largas conversaciones con Chris en la KBHR y con Ed en el Roslyn’s Café y escuchando los sabios consejos de Marilyn. Y, para los que me estáis entendiendo, os aseguro una cosa: ¡A mi no se me escapará Maggie!