En esta semana en que esta reunido el Foro Económico Mundial en Davos y en que parece que al fin nos vamos a manifestar contra la dictadura del capital financiero y contra los recortes, a mi me siguen inquietando cuestiones más de fondo -o por lo menos más persistentes-. No creo que el Foro de Davos vaya a propiciar ninguna gran transformación, como anuncia, ni creo que la manifestación del dia 28 -a la que asistiré y a la que llamo desde aquí- vaya a cambiar nada.
Me preocupa lo que nosotras y nosotros seamos capaces de hacer y creo que, en este sentido, si queremos ser eficaces -y eficientes-, tenemos muchas cosas que enmendar. En esta entrada voy a enumerar algunas propuestas orientadas a optimizar nuestras fuerzas, a combatir cualquier sensación de desánimo y también a extender nuestras razones y el espíritu de movilización más allá de nuestros círculos habituales.
Se trata, por tanto, de una reflexión más abierta que nunca, sin ninguna pretensión de exhaustividad ni ningún dogmatismo. Apunto tan sólo algunas ideas que me parecen elementales y factibles con el ánimo de que se puedan hablar, matizar, debatir, aquí o donde se quiera. Aspectos a mi parecer centrales en nuestra dinámica y para nuestro futuro como nuevo agente político, que no es sino la parte más sensible y activa de la sociedad civil, de la ciudadanía. En aras de la operatividad, no voy a entrar en detalle en ninguno de estos aspectos, que siempre se pueden desarrollar más adelante.
El primero de ellos es la organización. A mi entender necesitamos un modelo de organización más eficiente que, sin substituir a las asambleas, organizaciones, etc existentes, nos permita conocer a ciencia cierta cuántas y cuántos y quiénes somos y dónde estamos en una razonable aproximación. Una información que permita una rápida y eficaz comunicación horizontal y una coordinación efectiva para la toma de decisiones. Y eso evitando los peligros de las disfunciones que sabemos que puede copmportar el asamblearismo a ultranza, así como el peligro de los personalismos egocéntricos que suelen hacerse presentes en estos movimientos. No estoy propugnando la formación de un partido ni nada que se le parezca, sino la coordinación eficiente de lo que existe, ya que, sin una organización que funcione, las ideas són estériles. Esto ya nos lo advirtió Gramsci hace muchos años.
Entiendo, en segundo lugar, que necesitamos también insistir en la información y la formación, todas y todos. La situación es compleja y, además de interesantes libros y artículos puntuales, es preciso conocer de forma clara todas las preguntas y todas las respuestas al respecto y también todos aquellos datos más relevantes. No podemos vivir en una sopa de ideas. Independientemente de la información, formación y reflexión de cada cual, hace falta una especie de manual de uso concreto, que permita comprender la realidad económica y política de una forma global y nos permita trasladar ese conocimiento a nuestro entorno, que arme nuestras razones con datos y argumentos accesibles a todo el mundo. Yo lo necesito. Y hay personas suficientemente capacitadas para elaborarlo y elaborarlo en esos términos. Entiendo que les resulte más tentador dedicarse a labores intelectualmente más satisfactorias, pero en estos momentos necesitamos también, y de forma preminente, un instrumento didáctico, en el mejor sentido de la palabra, básico y contundente. Quienes pueden hacerlo, lo saben.
También necesitamos, en tercer lugar, aprender a usar bien las redes sociales y conjurarnos para ello. Es conveniente que quien sepa sacarles el máximo provecho elabore también un manual de uso al respecto, igualmente claro, consensuado y ampliamente difundido. Entretanto, debemos fomentar la información, el debate y la relación horizontal en ellas. Lo cual implica, por una parte, estar en contacto, -tal vez mediante grupos abiertos de una forma preferente-; pero implica también un ejercicio de responsabilidad personal para acostumbrarse a leer y a debatir y no sólo a publicar, para pensar dos veces, antes de enviar algo a la red, si realmente tiene un interés colectivo; para usarla con moderación, porque, cuando alguien está mandando siete u ocho entradas diarias a un grupo de facebook, por ejemplo, está marginando la información previa de muchas compañeras y compañeros y esto, aparte de la desconsideración, es inoperante. La red debe ser dinámica y sustantiva, sin que esto implique que nos privemos de la mordacidad que a veces nos alegra la vida.
Es igualmente necesario, respecto a la red, disponer de información veraz sobre la eficacia de campañas como las que proponen Actuable o Avaaz, y veraz quiere decir no basada en la opinión o en un artículo de ignota procedencia, sino contrastada y consensuada.
En cuarto lugar, creo que nos es imprescindible saber y determinar qué podemos y debemos hacer por nosotras y nosotros mismos y qué se debe exigir que sea defendido por la oposición llamada de izquierdas que, si quiere recuperar alguna credibilidad, tendrá que escucharnos y hablar un lenguaje distinto al del gobierno -cosa que ya les debe parecer que hacen, pero que nosotras y nosotros sabemos bien que no-. Porque es a la oposición de izquierdas a quien corresponde, por ejemplo, plantear la necesidad de crear un fondo de empleo social, o de recuperar la ley de contrato indefinido para los alquileres y exigir que los inmuebles vacíos pasen a formar parte de un estoc general de viviendas en alquiler -puntos que ya traté en otras entradas pero que estoy dispuesto a desarrollar con mayor detalle-. También es a la oposición de izquierdas a quien corresponde exigir un inventario de todas las infraestructuras inútiles o infrautilizadas que se hicieron durante todos estos años con nuestro dinero y preguntar, o proponer, qué se va a hacer con ellas, cuál ha sido su coste y a quién es imputable para que toda la población lo tenga muy claro. Como debemos tener claro qué adeudan al erario público -qué nos adeudan- los bancos y las empresas que han sido rescatados.
También debemos exigir a la oposición de izquierdas que propongan medidas contundentes de reducción del gasto público en los propios organismos del estado -mucho antes que en la sanidad y en la educación-. Que propongan acabar ya con el senado y con las diputaciones y con entidades tan superfluas como los consells comarcals en Cataluña y entes similares, o con una sobreinflación de municipios que multiplica los gastos, y propongan substituirlo todo por mancomunidades ad-hoc que asuman únicamente, donde haga falta y a iniciativa de la población y los ayuntamientos, las funciones comunes necesarias. Y, en caso contrario, que nos expliquen claramente qué razones hay para no hacerlo que no sean el propio interés de quienes con ello se lucran. Que propongan acabar también, en un estado laico, con la financiación de la Iglesia Católica, que cada cual se pague sus creencias. Y, sobre todo, aunque sea principalmente por una cuestión de imagen e higiene democrática, que propongan aplicar a los políticos las medidas de austeridad que se están explicando desde la función pública: que ningún político pueda cobrar más ni tener otros privilegios que un funcionario del máximo nivel, ya que, al fin y al cabo, eso es lo que son. Y todo esto, que deben hacerlo en los respectivos parlamentos, tiene que llegar también alto y claro a la opinión pública. Tenemos un hartazgo que provoca náuseas de autismo fáctico de la democracia palamentaria.
Finalmente, por nuestra parte, debemos ser capaces de abordar conjuntamente las acciones que más contribuyan a cambiar realmente este mundo caótico y sin esperanza, atenazado por el capital financiero. Las manifestaciones son útiles cuando son útiles, como la lucha contra los deshaucios o la ocupación temporal o permanente de deteminados edificios o servicios. Pero no todo acaba aquí. Con las cartas sobre la mesa y siempre dentro de la no violencia y la legalidad, hay muchas otras acciones que, en un momento u otro, pueden ser más adecuadas, como las manifestaciones o los boicots selectivos y temporales dirigidos a determinadas empresas o instituciones, la información amplificada sobre las prácticas abusivas ejercidas por unas y otras -con números y datos-, peticiones masivas a instituciones como el defensor del pueblo y similares, denuncias colectivas, campañas en internet, cartas al director en publicacones extranjeras, etcetera. No voy a agotar aquí ni mi imaginación ni la de quienes lean este texto. Si nos organizamos bien, con pragmatismo, con las ideas claras y siguiendo principios de oportunismo y posibilismo estratégico, estoy seguro de que somos capaces de desarrollar una enorme creatividad.
Así pues, mi llamamiento se puede resumir en cuatro palabras o conceptos clave: organización; formación-información (o información formativa, si se quiere); comunicación-coordinación; y acción selectiva (directa e indirecta).
Yo creo que si nos centramos en estos puntos y estas necesidades podemos avanzar mucho. ¿O es que nos vamos a seguir quejando y a esperar directrices de alguien?