dimecres, 13 de juny del 2012

¿Pasamos a la acción?

Hace quince días me preguntaba en estas mismas páginas si vale la pena seguir escribiendo cuando lo que uno escribe se difunde siempre en un mismo y limitado círculo y tiene escasa o nula capacidad para promover ninguna acción.
A raíz de este cuestionamiento se produjeron, a modo de feedback, algunos debates y comentarios que venían a reafirmar el valor de la palabra. En ellos manifesté mi impresión de que las palabras -mis palabras, nuestras palabras- quedaban presas dentro de dos burbujas independientes. Por una parte un universo limitado de personas, previamente indignadas -por decirlo así- y usuarias de las redes sociales, singularmente de facebook, y habitualmente enroladas en grupos más o menos alternativos. Por otra parte la propia naturaleza de las palabras, de los discursos, su incapacidad para promover o tranformarse en ningún caso en acciones.
Si fuese así, nos hallaríamos viviendo aun sin saberlo en una realidad alienante y con nuestras conciencias satisfechas. Por tomar una parábola conocida, estaríamos viviendo en Matrix sin necesidad de tomar ninguna de las dos pastillas y además convencidos de que militábamos en la resistencia.
Yo no escribo para darme gusto ni para desahogarme, sino para intentar contribuir con mis medios a la rebelión social contra la insoportable situación que nos ha sido impuesta por los mercados financieros que manejan el capital propio y ajeno. Si puedo ser más útil en otro frente y cabe dentro de mis posibilidades, allí estaré.
Yo creo que sí se pueden cambiar las cosas, que nada está escrito, pero que, para ello, es necesario que cada cual asuma un mínimo compromiso de querer hacerlo.  Como se ha dicho repetidas veces ¿dónde están los cinco millones de parados? Si esos cinco millones de parados -y otras muchas personas que nos añadiríamos con gusto- salieran a la vez a la calle y coordinaran sus acciones, no habría gobierno político ni económico que lo puediera soportar…
Antes de arrojar la toalla, me comprometí conmigo mismo y con mis contertulios y contertulias, a proponer una serie de acciones individuales, muy sencillas, para ver si realmente existía alguna posibilidad, como se decía en un comentario, de “rasgar las burbujas”. Las planteo sin más dilación.
1.- Identifiquémonos. La gente del grupo Sociedad Indignada editamos una chapa que vale para todo el mundo y redactamos un manifiesto igualmente muy amplio para darle contenido [ved en este mismo blog “La manifestación permanente”]. Las matrices de estos materiales se distribuyeron a numerosos grupos alternativos para que las pudieran usar, si querían, junto con el ofrecimiento de nuestra colaboración.  Y si no son ésas, otras, da igual, o pegatinas, o… Se pueden llevar en la ropa o en los bolsos, las carteras, las carpetas, las mochillas… hasta allí donde llegue la imaginación. Constituyen un primer compromiso -ínfimo pero valiosísimo- para con uno mismo y para con los demás, es una forma elemental de decir “yo también estoy en contra de esta situación”, y es una medida de una fuerza extraordinaria para crear sentimiento de comunidad: “No estás sola, no estás solo, mira, yo también pienso como tú”. ¿Por qué la propia comunidad indignada, tan colorista en las manifestaciones, después, en el día a día, cuando hace más falta el ánimo, se las quitan? Identifiquémonos, antes que nada, identifiquémonos.
2.- Identifiquemos nuestras casas, nuestros coches, nuestras bicicletas… ¿Somos capaces de colgar banderas y pancartas en nuestros balcones y ventanas por cualquier acontecimiento deportivo, festivo o reivindicación puntual y no para manifestar nuesro malestar porque nos estén arrebatando la vida? Hay lemas a porrillo [ved una recopilación, en este mismo blog, en “¡Que hablen nuestras calles!”, hay muchos más]. Démonos también la satisfacción de ver que no estamos solos, interpelemos con nuestros lemas a nuestro vecidario, desplacémoslos con nosotros en nuestros vehículos. Habéis visto en muchas ocasiones florecer un bosque de pancartas en un barrio, o en un país entero -recuerdo Euskadi- . ¿Os imagináis lo que esto supondría si se extendiera en toda España? No estoy pidiendo que andemos por la calle con la máscara de Guy Fawkes, ni que colguemos en nuestros balcones la imagen ensangrentada de un banquero, estoy pidiendo algo infinitamente más fácil, prudente y absolutamente legal ¿Qué maldita alienación nos impide hacerlo?
3.- Inundemos los medios con nuestros escritos y acciones. Sólo escribimos en internet, pero la opinión social mayoritaria se forma en gran parte en los medios de comunicación de masas. Participemos en ellos tanto como podamos. Escribamos cartas al director de los periódicos, no una, montones, y comentarios a las noticias y mandemos tweets, convirtámonos en una plaga, sólo requiere un poco de nuestro tiempo. La semana pasada nació, con espíritu interactivo, el Huffington Post en español… Pero, sobre todo, hay programas de radio y televisión de gran audiencia que admiten la participación en directo, pues bien, participemos, que se nos escuche machaconamente, si llamamos mil quizás pasen diez, pero éstos estarán creando opinión y eso es decisivo. Benditas sean las personas que en la radio o en la televisión han emocionado a la audiencia con sus casos porque han hecho más por la causa común que cuatro conferencias juntas.
No quiero extenderme para no dispersar, pero hay montones de formas individuales más de pasar a la acción, sin salirse del marco de lo pacífico y de lo legal: tomad el manifiesto, u otro manifiesto, y extendedlo por todos los medios, mandadlo por correo, dejadlo en los buzones, pegadlo en todas partes; si militáis en un sindicato o en un partido político luchad a brazo partido para que radicalice sus políticas, para que se desapoltrone, para que una a otras organizaciones a esta lucha, que es colectiva… Nuestras ciudades, nuestros barrios y nuestros pueblos están vacíos: si sabes pintar, pinta las paredes, con arte y con criterio, si sabes actuar, organízate con otros colegas y actuad en la calle y en los foros públicos, en las universidades, en los centros cívicos…, si sabes cantar júntate con otros músicos y llenad la calle de himnos revolucionarios, de cantos a la dignidad humana…, si eres universitario, conviértete en lo que debes ser, la avanzadilla de la conciencia crítica de la sociedad y actúa en consecuencia… No he acabado, pero creo que se me entiende perfectamente.
Y si no quieres hacer nada de todo esto, no te quejes y trágate todos los sapos que te van a embutir hasta el fin de tus días y de los días de tus hijos.
No sé como comprobar si estas propuestas, hechas con la palabra y en internet, consiguen rasgar las burbujas a las que me refería. No se si deberíamos pedir un compromiso individual formal en actuable, por ejemplo: “yo me comprometo a manifestar cotidianamente mi indignación por todos los medios a mi alcance” y firmarlo. Os pido vuestras ideas.
Os pido también que, si estáis de acuerdo con la necesidad de actuar tal y como la expongo -sin excluir ninguna otra forma, por supuesto-, difundáis este llamamiento tanto y tan lejos como os sea posible. Tomadlo, copiadlo, quitad mi nombre si queréis. Somos legión, mi voz es una más que sale de la multitud, lo que importa es lo que dice, no quien lo dice y comprobar si el poder de la palabra es capaz de provocar tan siquiera un gesto. De nosotros depende, no sólo de mí, de todas y de todos vosotros.