Durante estos próximos días, previsiblemente, se llevarán a cabo un buen número de manifestaciones, en diversas ciudades, coincidiendo con el primero de mayo, la reunión del BCE en Barcelona y el primer aniversario del 15 M, principalmente. Muchas personas saldremos a la calle, pacíficamente, para expresar nuestro malestar, nuestra disconformidad, nuestra indignación… y espero que realmente seamos multitud. Para que esto sea así y para que sea un triunfo aplastante de la sociedad democrática sobre la dictadura de los mercados financieros y el seguidismo de los gobiernos, hago un llamamiento a todas y todos aquellas y aquellos que estamos contra la inhumadidad de este sistema para que estas manifiestaciones se desarrollen sin ningún acto de violencia por nuestra parte, que no haya ninguna excusa ni temor para que todo el mundo pueda unirse a ellas. Nuestra victoria llegará, nuestra voz deberá ser escuchada, cuando las calles rebosen, cuando sea todo un pueblo quien está diciendo basta. Si se produce alguna acción violenta que abone la intervención de la policía en las manifestaciones, habremos perdido. Pensadlo bien compañeras y compañeros, no estamos sol@s, actuemos pensando en la inmensa mayoría y carguémonos, delante de ella y delante del mundo, con toda la legitimidad y toda la razón. Y así, ante la ciudadanía y ante el mundo, cada cual será responsable de sus actos.
divendres, 27 d’abril del 2012
dimecres, 25 d’abril del 2012
La noche de los cuchillos largos
¿Aún queda alguien que siga pensando que que el PP y el PSOE son lo mismo? ¿Aún queda alguien que siga repitiendo que no somos de izquierdas ni somos de derechas?
He dicho mil veces que no tenía la más mínima intención de defender la obra de gobierno del PSOE: permitió que se mantuviera la burbuja inmobiliaria, no se enteró o no quiso enterarse de lo que pasaba, tomó medidas tan costosas como inútiles y no tuvo la decencia de plantarse ante la Unión Europea, convocar elecciones y decir que recortaran ellos, que su puesto estaba al lado del pueblo español. Todo eso es imperdonable. Y no muestra propósito de enmienda. Cada vez que les oigo hablar de sentido de estado y responsabilidad institucional me pongo a temblar ¿Responsabilidad con quién, con el gobierno del PP o con el pueblo? Porque ambas cosas son antagónicas.
Cuando leo en facebook u otros medios mensajes tan ingénuos como desesperados llamando a la revolución, pienso que es ahí, dentro de las formaciones políticas de izquierda y los sindicatos de clase donde debería producirse una verdadera revolución. Y donde esa revolución sí es posible, si los sectores más críticos dejan de cavar su tumba y plantan cara al aparato.
Esta esterilidad de la izquierda contrasta con la extremada eficacia de la derecha a la hora de convertir el país en una carnicería. Los socios europeos y los mercados financieros aplauden con las orejas.
Ya lo advirtió Rajoy: “tendremos el estado del bienestar que nos podamos permitir”, o, quitando la licencia retórica, “tendréis el estado del bienestar que os podáis permitir”, o sea, más bien poco.
Las tijeras ya han quedado obsoletas. El gobierno se ha pertrechado con un completo equipo de carnicero: cuchillos afilados, hachas, sierras mecánicas…, digno de los más celebres asesinos en serie. Y cortan y cortan con prodigalidad: en los salarios, en las pensiones, en las prestaciones sociales, en la supuesta gratuïdad de la sanidad y la educación. Sin complejos, para ellos, reducir a la mínima expresión los servicios públicos, dejarlo todo, incluso la vida de las personas, en manos de los mercados, como en su día hicieran Thatcher, Reagan o Pinochet, forma parte de su ideología. Y así, nos prometen que para el año que viene más -es cuestión de mantener viva la presa- . Maruja Torres les llama los liquidadores.
Eso sí, aunque no lo parezca son recortes selectivos. Están sinceramente interesados en reducir el número de parados. Son un contingente improductivo y costoso, potencialmente peligroso y que da muy mala imagen del país y de su gestión. Por eso promulgan, sin encomendarse a nadie, la ley de relaciones laborales, por la cual, el trabajador o trabajadora se convierte prácticamente en un instrumento al servicio de las necesidades de la empresa, prácticamente sin límites, mejor esclavos que parados. Decíamos que teníamos que exportar el sindicalismo a China y mira por donde la ley nos retrotratae a las condiciones de trabajo de los chinos, con el regocijo de los empresarios. Algunos llegan a encontrar fórmulas imaginativas para paliar el paro como que se autorice a los parados a vender su sangre por setenta euros semanales (¿y por qué no los órganos digo yo? Total, un riñón más o un riñón menos…). No sé si el gobierno lo estudia.
Hay otro sector social por el que el gobierno se preocupa especialmente: los ricos. Entiéndaseme bien, no es que el gobierno no quisiera una mayor contribución de los ricos al bienestar colectivo, claro que sí, tontos no son. Pero tiene que surgir de ellos, no se les puede forzar, porque, si se les fuerza, se llevan su dinero a otra parte, a algún paraíso fiscal sin ir más lejos y, como decimos en catalán, perdemos bous i esquelles. Por eso proponen medidas como la amnistía fiscal para las grandes fortunas no declaradas, y que nadie se extrañe si dentro de un tiempo empiezan a proliferar las galas benéficas. Un alto cargo de la Generalitat de Cataluña lo explicaba como una cuestión de física elemental: “no podemos presionar más impositivamente a las rentas más altas porque entonces se irán a cotizar donde les salga más barato”.
¿De dónde pues se puede sacar tajada sin diezmar al rebaño ni correr el peligro de quedarnos peor de cómo estábamos? De las clases medias, claro: medias-bajas, medias-medias, medias-altas… medias en definitiva. Trabajadores, estudiantes, pequeñas y medianas empresas, jubilados con pensiones medianamente decentes… De ahí, con la mano certera del carnicero avezado, pueden salir buenos filetes para alimentar a los mercados financieros.
Pero se corre el peligro de que las clases medias, o sus cachorros, se resistan y se radicalicen y de que, unidos a los desheredados del país, se revuelvan de mala manera contra el gobierno y los estamentos privilegiados por el capital financiero. Por eso, el gobierno, además, amparándose en la amplia mayoría que le dimos en las urnas, implanta una especie de estado de excepción, de suspensión de ciertas garantías democráticas, como es el control, ahora directo, de los medios de comunicación públicos y, sobre todo, el endurecimiento de las penas y la tipificación de nuevos delitos relacionados con el derecho a la manifestación. En Cataluña, el inefable conseller Puig, ha puesto en funcionamiento una web para que todas las personas de bien puedan “denunciar los actos vandálicos y a los violentos”.
Mientrastanto, en Andalucía, la coalición de gobierno entre PSOE e Izquierda Unida se propone crear un banco público y un impuesto específico para las rentas más altas. La cosa es lo que es y tiene el recorrido que tiene, porque, un banco público ¿con qué? ¿de dónde van a salir los fondos y todos los depósitos y garantías de solvencia que ahora se exige a los bancos? Y el impuesto a las grandes fortunas va a recaer, como no puede ser de otra manera, en el patrimonio. ¿Qué harán si las grandes fortunas se niegan a pagarlo? ¿Expropiar tierras y cortijos, si les dejan? ¿Y qué se hace en estos tiempos con tierras y cortijos?
En cualquier caso, la música es completamente distinta y abre una rendija a la esperanza de que, si la izquierda se decide a hacer de izquierda de una maldita vez, se pueda conseguir algo. No hace falta esperar a ganar nuevas elecciones, también desde la oposición se puede avanzar en la lucha por recuperar nuestros derechos. Sólo hace falta que los partidos y los sindicatos entiendan claramente que su responsabilidad institucional es con el pueblo, que promuevan procesos de profunda renovación interna -incluyendo la dimisión inapelable de toda una vieja guardia que ya no puede seguir allí- y nos encontremos.
Juntos, partidos, sindicatos y movimientos alternativos, reunidos alrededor de unos principios elementales y consensuados, sin programas de máximos, tenemos esperanza. Por separado, nos van a seguir machacando hasta que se cansen.
El reloj corre y avanza en nuestra contra. La pelota está en manos de todas y todos los hombres y mujeres, miembros de partidos y sindicatos, que aún antepongan sus ideología y sus sentimientos a sus intereses, o a una fidelidad a unas siglas que se convierte en seguidismo gregario.
Sé que existe en las formaciones de izquierda, partidos y sindicatos, una importante corriente crítica, un creciente malestar hacia la política oficialista, la convicción de la necesidad de dejar los juegos de salón y reconvertirse en aquello para lo que fueron concebidos: verdaderos instrumentos para cambiar la sociedad al servicio del pueblo. A esos contingentes me dirijo:
Compañeras y compañeros, el momento histórico os lo requiere, os jugáis vuestro ser o no ser, poder miraros cada mañana en el espejo sin que os caiga la cara de vergüenza ¿estáis con ellos o estáis con nosotros? Compañeras y compañeros ¿qué pensáis hacer?
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