dimecres, 31 d’octubre del 2012

Las elecciones del 25 N y el empoderamiento del pueblo catalán

Me gustaría reflexionar sobre el soberanismo estríctamente como estrategia política para alcanzar una sociedad más justa, sin tener en cuenta factores emocionales, agravios ni derechos colectivos,sólo el objetivo de transformación de la sociedad.

Como he explicado en otras ocasiones, pienso que el soberanismo y por ende la independencia de lo que hoy constituyen -bajo distinas denominaciones- regiones europeas se plantea como un camino por lo menos prometedor y con posibilidades inéditas, frente a dos hechos difíciles de ignorar:

a)que no existe ni se atisba ningún movimiento de respuesta a la dictadura financiera mínimamente eficaz y capaz de hacer retroceder o por lo menos detener el avance arrollador de la ofensiva neoliberal que está provocando estragos entre las clases medias y populares de Europa y muy especialmente de los países del sur, y

b) que las naciones-estado actuales, nacidas fundamentalmente de las revoluciones burguesas, por su tamaño, por el conjunto de los intereses financieros implicados y por el anquilosamiento de sus sistemas políticos, además de la clara connivencia de los partidos tradicionales con los intereses del capital, constituyen verdaderos cotos de caza, cerrados, bien vigilados y suculentamente nutridos de piezas de gran valor, para la insaciable ambición de los señores de las finanzas y amos del mundo.

Voy a tomar como referencia la situación de Cataluña, porque me atañe y la conozco bien, pero también porque constituye el proceso más avanzado y aparentemente más sólido en este sentido dentro de la Unión Europea.

En la historia las cosas no empiezan un día y terminan otro sin más, pero, para entendernos, voy a tomar la manifestación del 11 S como punto de partida del proceso. En ese punto ya se producen diversos hechos significativos: el gobierno de Cataluña, que quería una manifestación por el pacto fiscal, se ve absolutamente desbordado, incluso físicamente desbordado, y la entidad convocante, la Assemblea Nacional de Catalunya, que enarbolaba el lema de “Catalunya, nou país de Europa”, también. Salen a la calle por lo menos un millón y medio de personas, el equivalente a la población de la ciudad de Barcelona entera, en el acto público más multitudinario que recuerda la historia en éste y muchos países, y lo hacen con un solo grito espontáneo que ni se corresponde con el lema oficial ni es, ni mucho menos, el que hubiera deseado el gobierno de Artur Mas: “independencia”. Las calles de Barcelona se llenan literalmente de banderas independentistas, no se puede dar un paso ni cabe una aguja y, a pesar de ello, la manifestación se desarolla con toda la paciencia del mundo de un forma absolutamente cívica, sin el más mínimo incidente ni salida de tono, pero con una unidad y resolución impresionantes. Quien estuvo sabe que no exagero.

Este sorpasso del pueblo catalán a su gobierno obliga a Artur Mas a avanzar las elecciones, unas elecciones que serán plebiscitarias porque en ellas, las fuerzas políticas concurrentes, deberán manifestar, como ya lo hace el propio Mas, si están a favor o en contra no sólo de llamar a un referendum a la población de Cataluña para que se pronuncie formalmente sobre la cuestión de la independencia, sino cual será su posicionamento respecto a la propia cuestión de la independencia.

Ahora nos hallamos en este período entre la manifestación, la convocatoria de elecciones y la celebración de las mismas dentro de menos de un mes. Los partidos políticos se tantean y tantean al electorado para perfilar sus estrategias. Desde los sectores españolistas, o sea, contrarios a la independencia, desde Madrid, Barcelona u otros lugares, desde la derecha y desde la izquierda, sibilinamente o con exabruptos, se ha fomentado la estrategia del miedo de una forma casi grotesca, mientras algunos cargos institucionales, no todos, iban lanzando con la boca pequeña mensajes del tipo de “España os ama”, “España os necesita”.

Todo eso es bien conocido por quien haya seguido el tema, pero ¿qué sucederá realmente en las elecciones del 25 N y después?

Todo parece indicar que las eleciones del 25 N las ganará con una amplia mayoría -absoluta o no está por ver-, Convergència i Unió. Entre los principales partidos se prevee que entre el PP y Ciutadans aglutinen el voto antisoberanista, con pérdidas no muy significativas respecto a su situación actual, y que el PSC, con su ambiguo discurso federalista que sustenta en solitario y con escasa convicción, se hunda. El voto de la izquierda soberanista, aglutinado en Esquerra Republicana de Catalunya o más disperso con la presencia en el Parlament de Solidaritat Catalana per la Independència y las Candidatures d’Unitat Popular, tendría un crecimiento importante, sin amenazar en ningún caso la mayoría de CiU.

Si los resultados se producen más o menos en este sentido, va a haber una clara mayoría soberanista liderada por CiU, con lo cual se va a mantener el compromiso de convocar un referéndum o algún otro tipo de consulta vinculante que refrende claramente la voluntad de independencia del pueblo catalán.

Este período postelectoral se antoja especialmente complejo por diversas razones. CiU no tendrá una especial prisa en convocar la consulta ni una posición nítidamente clara respecto a la independencia -ya que como tal no es una coalición independentista- . Es de temer que el gobierno del PP en Madrid, si no se da una gran presión internacional en defensa de propia imagen democrática de Europa, no facilite las cosas. En cambio, la izquierda soberanista presionará para que la consulta se produzca lo antes posible y se de un pronunciamiento rotundo en favor de la independencia. Entretanto, económica y socialmente, las cosas seguirán como hasta ahora y la sociedad catalana seguirá sufriendo el paro y los recortes del estado del bienestar, lo que puede provocar una mayor y más decidida actuación de la izquierda y nuevas agitaciones más o menos masivas en la calle. Esto a CiU tampoco le conviene, hecho por el cual es posible que tenga que acelerar los ritmos más allá de lo que quisiera, incluso radicalazar la pregunta para que no se produzca un nuevo sorpasso. Imagino que a CiU le horrizará la idea de formular una pregunta que admita diversas interpretaciones para encontrarse al día siguiente, como si estuviéramos en 1931, con la población en masa en la calle declarando la independencia de Cataluña.

Si se produce, com es de esperar, un pronunciamiento muy mayoritario a favor de la independencia, el periodo siguiente es muy complejo, ya que el gobierno catalán deberá pactar con el gobierno español y las instituciones europeas su estatus como estado independiente. Si, en ese camino, Cataluña consigue separarse de la fiscalidad española, CiU puede obtener un importante balón de oxígeno, incluso con réditos electorales posteriores, pero, si el proceso se demora, con la exigencia de indepencia sobre la mesa, como una luz de esperanza al final del negro túnel, CiU puede ser incapaz de contener la voluntad del pueblo, quien sabe si incluso de gran parte de su electorado.

En este proceso, al que previsiblemente llegaremos en un plazo razonable, los partidos catalanes, CiU en primer lugar, pero también los partidos de izquierda, se juegan el ser o no ser. Digamos que el pueblo catalán, como tantos, está harto de sufrir, de sacrificarse por el bienestar de los ricos. Esto también estaba en la manifestación del 11 S, y muy presente. Pero, quizás a diferencia de otros pueblos, el pueblo catalán ha podido sentir su fuerza en la calle y esto, créanme, es algo que no se olvida.

El 11 S no se produjo tan sólo una manifestación, sino, como se diría ahora, el proceso de empoderamiento de un pueblo, un pueblo que está expectante, dejando que los pasos se desarrollen con normalidad, pero que está dispuesto, incluso diría que ansioso, de volver a demostrar su fuerza si no se escucha su mandato.

Muchos antisoberanistas apelan al seny catalán com si lo hubiéramos perdido. Pero no saben, o lo olvidan, que el seny es parte indisoluble de una moneda de dos caras: el seny y la rauxa. Por eso dice nuestro laborioso himno que quan convé seguem cadenes.