Estoy harto de tanta demagogia, de tanta falsedad, de tantos
discursos y consignas para engañar al pueblo, o intentarlo. Ya estamos
acostumbrados a que todo esto se produzca por parte del Estado y de los grandes
partidos, a que nos digan que estamos superando la crisis y sigamos sin trabajo
ni dinero, por ejemplo. Pero que a estas prácticas se hayan añadido formacions de
nuevo cuño que se presentan como adalides de la regeneración y de la justícia social,
tiene delito.
Ahora, frente a la elecciones del 27 S en Cataluña,
esos nuevos supuestos movimientos de izquierda se desgañitan proclamando que el
problema no es si independencia sí o independencia no sino resolver los enormes
socavones del Estado del Bienestar. Naturalmente que el problema es éste, pero ¿cómo
lo vamos a resolver sin independencia? ¿Qué esperan?, ¿que la solución venga
del Estado español? ¿No tienen suficientes muestras de como actúa el Estado
español y de como ha castigado particularmente a Cataluña y a los catalanes, se
llamen Arnau, Pepita o Mohamed? Claro que sí, lo saben perfectamente. Están
utilizando estos argumentos con la misma lógica de cualquier partido
convencional: obtenir su cuota de poder. Porque, por supuesto, el Estado
español no va a cambiar, después de diciembre gobernarán el PP o el PSOE con
las muletes necesarias ¿qué más da?, cuestión de matices. Y el monstruoso
aparato del Estado seguirá vigilante por encima de nuestras cabezas como la nave
de Independence Day. Esto lo sabe
hasta Pablo Iglesias.
El proceso para alcanzar la plena justícia social, la democràcia
participativa y la transparència política en Cataluña tiene dos grandes fases o
momentos. La primera es conseguir un Estado independiente, donde todos los
catalanes podamos decidir sin interferencias orgánicas. La segunda, punto y
seguido de la primera, es elegir ya libremente a los representantes de nuestro
parlamento de acuerdo con nuestra ideologia. Sin Estado propio no hay justícia social.
Por eso ahora, en las elecciones del 27 S, no se dirimen las cuestiones del
Estado del Bienestar (¿para qué?, si continuamos en el Estado español ya sabemos
a qué atenernos), sino si vamos a constituir un Estado propio sí o no. Se
quiera o no se quiera son una elecciones plebiscitarias que sustituyen al referèndum
que el Estado español -cómo no- nos ha prohibido hacer. Y aquí, en la hora de
decidir nuestra voluntad de convertirnos en un Estado y regir nuestro destino
dentro del oceano de la globalización, es importante que estemos todos, las
derechas y las izquierdas, no porque pensemos lo mismo, sino porque solo así
conseguiremos ese espacio político que nos permitirá crear un nuevo país justo
y avanzado. Y esto, las características del nuevo país, lo vamos a determinar
en las siguientes elecciones (no más allà de un año o año y medio) y entonces
sí que lucharemos sin cuartel por implantar todas las medidas sociales que
garanticen que en Cataluña todo el mundo tenga acceso al Estado del Bienestar, y
desparezcan las lacras sociales y los privilegios. Desde mi radicalidad soy el
primer interesado en verlo. Pero si no disponemos de un Estado, si no podemos
decidir por nosotros mismos, todo eso va a quedar en agua de borrajas. Todo van
a ser cuentos chinos. Por eso ahora no hay que confundir los objetivos y hay
que votar a cualquier opción que se manifieste a favor del sí.
“Primero la justícia social”, dicen. Pero ¿cómo?,
¿cómo?!!!... Esta elecciones no van de justícia social sí o no, van de tener Estado
propio o continuar siendo una autonomía maltratada por el Estado español. Los
que proclaman “primero la justícia social” se están agarrando a una bandera fácil,
demagógica però eficaz, para mantener u obtener sus cuotas de poder. No piensan
en términos generales en el bienestar futuro de la Sociedad catalana. Porque,
si el 27 S gana el no, el Estado español no sólo nos va a seguir machacando
como hasta ahora, si no que va a acrecentar su política de aniquilación social
y política de los “rojos separatistas catalanes”. Ya lo vivimos, cruentamente,
cuando Franco proclamó en Burgos que “vencido y desarmado el ejército enemigo,
la guerra ha terminado”. No sostengo que vaya a darse ninguna represión
cruenta, por supuesto, pero si que podemos enfrentarnos a una travesía del
desierto peor, aunque más refinada, que la del franquismo, a una versión
carpetovetónica de “cien años de soledad”
Por todos nosotros y por los que vendrán, votemos sí.
Ahora, en este momento, sólo se trata de eso.
Llorenç Prats
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