Merkel acaba de imponer su política de austeridad cuartelaria a los países de la zona euro y algunos más de la Unión Europea. Esto garantiza el cobro de la deuda por parte de los mercados a costa de un control férreo del déficit público, lo cual quiere decir máxima austeridad, recortes en salarios y en servicios y prestaciones públicas, privatizaciones, congelación del crédito, aumento de tasas e impuestos, aumento de la jornada laboral, copagos… y cualquier otro tipo de medida que los gobiernos consideren conveniente para reducir el gasto público y aumentar los ingresos. Rajoy se ha apuntado el primero y ha dicho que los resultados electorales le legitiman para adoptar medidas impopulares (no sabemos si también llorará cuando lo haga). En resumen: pintan bastos.
Dicen que lo que pasa es que en Europa hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que lo hemos hecho a crédito. Y ahora, claro, toca apretarse el cinturón y pagar las facturas. Es un razonamiento perverso, por supuesto, porque esos mismos mercados (bancos, especuladores, etc.) han alimentado esa espiral de consumo, agresivamente y a sabiendas de que esos créditos no se podrían devolver y el Estado actuaría como responsable civil subsidiario, porque, al fin y al cabo, los Estados los controlaban ellos, si no fuese así se hubieran dejado caer los bancos, las agencias de inversión… garantizando tan sólo los depositos no especulativos mediante un proceso de nacionalización. Pero no es éste el mundo en el que vivimos.
También se podría solucionar la crisis mediante una fiscalidad equitativa que permitiera la recapitalización del Estado y, a partir de aquí, la adopción de medidas públicas de revitalización de la economía, con la consiguiente creación de empleo, redistribución de la riqueza y mantenimiento de los servicios públicos en su integridad. Pero, como decía Josep Fontana, los ricos no se dejan subir los impuestos y si hace falta trasladan el capital a otros países, entre ellos los paraísos fiscales.
Esto es lo que hay y frente a ello no sirve de nada rasgarse las vestiduras, como no sirve para nada proclamar la revolución mundial o el advenimiento de una arcadia anarquista. Todo esto son utopías y las utopías tienen un papel importante siempre que las conjuguemos con la acción inmediata, y a la vez las sepamos distinguir de ella. Sino, las utopías se convierten en milenarismos y estos tienen, como alguien decía, un efecto narcotizante.
Hay que mantener el punto de vista en el horizonte pero caminar sobre la tierra. Hay que aceptar que la situación es la que es y que no la vamos a cambiar de un año para otro. Hay que aceptar, como dice Joan Majó, que la crisis es como un largo túnel y que cuando se entra en un túnel no se vuelve a salir en el mismo lugar por el que se había entrado. Que otro mundo es seguro, como dice José Luis Sampedro, pero que nadie nos asegura que sea mejor. Y que todo eso depende, en parte, de lo que hagamos mientrastanto. No ya únicamente el mundo en el que vayamos a dar después del túnel, sino nuestras condiciones de vida durante el tránsito, a partir de mañana mismo, todo depende en parte de nuestra actitud, de nuestra voluntad, de nuestras acciones.
No quiero alargarme más. Tengo la intención de dedicar entradas específicas a cada uno de los pasos que podemos avanzar, a hablar del trabajo, de la vivienda, de la educación en general y particularmente de la universitaria, de la sanidad, de la religión, de la cultura… todo ello con propuestas concretas. También de la coordinación con los políticos que compartan nuestros mismos ideales, como apunta el interesante artículo de Antonio Fuertes. Pero, antes que nada, entiendo que deberíamos recuperar tanto una cierta calma, como una dosis suficiente de realismo, mucho ánimo y una firme disposición a actuar, de una forma inteligente, coordinada y pragmática. Que no nos hagan perder el norte ni nos hagan retroceder un ápice. Estamos pensando pero estamos aquí, debemos estar aquí todas y todos, dispuestas y dispuestos a la acción en cualquier momento. Nosotr@s y no ell@s marcamos nuestra agenda.
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