Estamos en manos de los mercados financieros y de sus secuaces y nadie va a mover un dedo por salvarnos. Esta es la dura realidad.
No estamos cruzando ningún túnel sino cayendo en el abismo más negro del subdesarrollo y la desigualdad social, lentamente, como en un sueño del que no despertaremos hasta que lleguemos al fondo y nos encontremos en un mundo difícil de reconocer, donde los avances más elementales nos parecerán inalcanzables y habremos retrocedido muchas décadas.
Casi sin darnos cuenta, eso sí, porque facebook y el televisor de plasma seguirán funcionando y se habrán cuidado muy mucho de no tocarnos el smartphone.
Entretanto, algunas y algunos nos devanamos los sesos para intentar detener e invertir el proceso; otras y otros viven una situación ya tan precaria que no pueden preocuparse más que de sobrevivir ; y hay quien ya lo contempla todo como si se tratara de un fenómeno geológico, algo contra lo que ni merece la pena luchar y empieza a adaptarse.
Yo apuesto por luchar hasta el último aliento. La historia no está escrita y me resisto a marchar mansamente hacia el matadero como un cordero asustado. Si hemos de caer, hagámoslo a dentelladas. Sería bueno contar con los partidos de izquierda y los sindicatos reconvertidos en fuerzas revolucionarias, y con los intelectuales que siguen reflexionando sobre la situación en sus despachos, pero no podemos esperarlos, ya se añadirán si quieren. Mientras se lo van pensando, la situación se hace cada día más crítica. También sería bueno poder consensuar y coordinar nuestras acciones, pero la esterilidad de tanto debate es un lujo que tampoco nos podemos permitir, máxime cuando es bastante improbable que nos pongamos de acuerdo.
Que cada cual siga pues su estrategia, lo más organizadamente posible y mirando de actuar con suficiente habilidad e inteligencia como para no hacerles el juego a nuestros opresores.
Habrá, seguro, y especialmente en estas significativas fechas de mayo, convocatorias de manifestaciones lo más masivas posible. Por muy sonadas que sean no creo que vayan a servir de gran cosa. En los balances de la acción-reacción ya se cuenta con ellas. De todas formas asistiré, pacíficamente, y espero que ningún acto de violencia las enturbie, para que después no puedan deslegitimarlas y presentarlas como mera crispación desesperada.
Mi estrategia es otra, lo que podríamos llamar la manifestación permanente, es decir la visibilización continua y constante del malestar de la mayoría social, empezando por los elementos más comprometidos.
Sé perfectamente que hay quien quiere correr más y pide, por decirlo gráficamente, “más revoluciones y menos camisetas”, pero, hoy por hoy, no existe la más mínima posibilidad de llevar a cabo ninguna revolución ni nada que se le parezca. En cambio, si en la calle llegaran a manifestarse silenciosamente millones de camisetas, sí se habrían sentado las bases para una revolución o para desandar el camino de estos últimos años de oscuridad, y seguramente sin ningún género de violencia.
No puede ser que nos pasemos el día maldiciendo en facebook y que salgamos a la calle y todo discurra con la más apacible apariencia de normalidad.
Personalmente necesito ver la indignación en la calle, en el metro, en los centros de trabajo o en cualquier lugar público. Aunque sea una chapa o una pegatina, pegada en la chaqueta, el bolso, la mochila o el ala de un sombrero, qué más da.
Quiero saber que enfrente mio hay otra persona que comparte mi indignación, y quiero que no se sienta sola y que el ejemplo permanente vaya calando y se extienda y levante la moral de la población hasta que se pueda constatar visualmente que somos multitud. Visibilizar esa red que nos une y que ahora apenas se puede intuir, establecer complicidades, combatir el miedo, cuestionar las conciencias…
Un grupo de personas hemos empezado a repartir chapas con el logo de las tijeras, sin ninguna otra indicación, para que adquiera un carácter universal, como deben ser los grandes referentes simbólicos, pero acompañadas de un manifiesto colectivo, que, más allá de los recortes concretos, le de un sentido global, que exprese las profundas raíces de nuestra actitud. Lo reproduzco al final de este artículo.
La chapa y el manifiesto, la imagen y el contenido, forman un todo, se entregan juntas. De momento hemos editado manifiestos en catalán y en castellano y la idea es que circulen también en otros idiomas del estado o de más allá. Y también pósters con el manifiesto para que se puedan situar en salas, carteleras, despachos… lugares visibles y permanentes… Estamos repartiendo los modelos y la información para que quien quiera usarlos pueda hacerlo libremente, quien no lo haya visto puede pedirnoslo en el grupo de facebook Sociedad Indignada o en este mismo blog.
Es sólo un primer paso. Sería hermoso que esta primavera, en toda España, y más allá si es posible, floreciera este símbolo de indignación… Y hay mucho más que hacer en esta misma línea, ya publiqué algunos ejemplos en Del 15 M a la Sociedad Indignada y en las próximas semanas publicaré más, pero no se trata sólo de promover una lluvia de ideas sino de actuar.
Lo que tienen en común todas estas iniciativas, en contra de muchas medidas que se acuerdan -¿con quién?- en otros foros para que las apliquen otros, es que dependen tan sólo de nuestra propia voluntad. Cualquiera puede hacerlo con un mínimo coste y esfuerzo.
Las grandes vías que a veces apuntamos para mejorar el mundo no las podemos desarrollar porque no tenemos la capacidad de hacerlo, o lo podemos hacer tan sólo en pequeñas comunidades testimoniales que, seamos realistas, no cambian nada.
Las manifestaciones puntuales tienen la eficacia del momento, pero la manifestación permanente debe permitir dar visibilidad a la situación real, establecer una presencia y una vinculación permanente del malestar y la indignación con las ciudadanas y los ciudadanos y conseguir que la sociedad indignada se sienta fuerte y unida.
Una chapa o una pegatina pueden parecer nimiedades para quien piensa en procedimientos mucho más contundentes, pero a la larga pueden ser mucho más eficaces, como germen para otras acciones igualmente pacíficas que permitan la implicación en la lucha de una mayoría social.
Porque, se mire como se quiera, sin la implicación de la mayoría social, podemos lanzar proclamas, manifestarnos, proponer alternativas, hacer huelgas, o combatir de cualquier otra manera… pero no vamos a conseguir nada de nada.
El manifiesto:
“CONTRA LA PASIVIDAD Y EL CONFORMISMO ¡PÓNTELA! ¡PÓNSELA
En nombre de la razón y del humanismo más básico
Renegamos de quien sea que quiera recortar nuestros derechos.
El derecho a vivir convenientemente de nuestro trabajo,
A poder disponer de una vivienda digna,
Y a disfrutar en su momento
De una jubilación y una pensión decorosa, que nos hemos ganado de sobra
En una vida de servicio.
Renegamos de las fuerzas de la ignominia
Que se quieren apropiar de los servicios públicos,
Que son el mayor avance de nuestra civilización.
De la sanidad y de la educación públicas,
Universales, gratuitas y de calidad,
De la atención a los marginados, a los discapacitados y a los dependientes,
Que nos define como personas.
Renegamos de todos aquellos que quieren convertir la desgracia y la necesidad
En un negocio,
De los que se quieren apropiar del progreso.
Renegamos de todos aquellos que quieren cercenar nuestro futuro,
Nuestras ilusiones y proyectos,
Y los de nuestros hijos.
Nosotros, gente de bien y gente de paz,
A quienes no gusta renegar de nadie,
renegamos de todos los ricos y los poderosos,
De la ambición y de la avaricia.
Y decimos basta,
Reclamamos, ahora y aquí,
Para todos los seres humanos
El derecho a una vida plena
Una vida, proclamamos,
Que nadie ni en nombre de nada
Tiene derecho a recortar.
Por eso póntela y llévala siempre con orgullo
No hay insignia más valiosa
Porque es el símbolo de tu dignidad.”
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